Cuando era pequeña, mis padres no siempre estaban dispuestos a comprarme juguetes. Sabían que cualquier niño puede imaginarlos e incluso” fabricarlos” él mismo, y que eso les aportará más riqueza, creatividad y diversión. Sin embargo, recuerdo que siempre estaban dispuestos a proporcionarnos a mi hermana y mí libros, se las arreglaban para que marcháramos felices de la librería con una nueva adquisición bajo el brazo. Por aquel entonces, la frase “puedes escoger el libro que quieras” suponía una ilusión enorme. Es cierto que no tuvimos grandes caprichos (ahora puedo decir que me alegro de que así fuera), pero nunca escatimaron en libros. Sabían que ese era el mejor y más duradero regalo que podían ofrecernos.
A causa de este y otros muchos recuerdos que tengo en relación a los libros, apostaría lo que fuera a que mis padres son los culpables de que hoy sea “adicta” a los libros. Con el paso de los años, la temática de los títulos de mi estantería quizás han cambiado (ya no tengo el tiempo que me gustaría para novelas), pero la diversión y adrenalina que me proporcionan sigue estado presente.
Con este ejemplo personal solamente quiero resaltar la siguiente realidad: que a un niño le guste leer no es casualidad, hay un cúmulo de circunstancias (aprendizaje por imitación, asociación a experiencias positivas, disponibilidad, reforzamiento positivo,…) que le enfocan hacia la apetencia por la lectura. Y no solo estoy hablando de la influencia de los padres, por supuesto también de la importante labor que los maestros e incluso familia extensa (tíos, primos, abuelos,…) desempeñan a favor de esta positiva influencia.
Si como padre/madre logras que a tu hijo/a le agrade leer (lo que sea, ¡pero que le guste de verdad!) habrás encajado la pieza clave para que tenga un futuro provechoso, puesto que la lectura es la base de la adquisición de conocimientos de todo tipo. Por eso, os propongo algunas sugerencias para propiciar en vuestro hijo la afición por la lectura:
- Arréglatelas para que tenga libros al alcance de su mano. Los libros no deben estar perfectamente recogidos en un cuarto de la casa poco transitado, sino en lugares accesibles, cercanos, a la vista. Si de forma casual siempre hay algún libro por el salón, mejor.
- Dedica tiempo a la lectura con él. Cuando sea pequeño y hasta que te lo pida, léele cuentos todas las noches. Un padre siempre (o casi siempre) debería tener tiempo para leerle un cuento a su hijo, y para mostrar interés por los cuentos que el niño está leyendo.
- Propicia que asocie esos momentos de lectura con emociones positivas: sonrisas, caricias, muestras de afecto y diversión,… Evita en todo momento reñirle cuando un libro esté “cerca”. Aprovecha para sacar tu lado más divertido: teatraliza, exagera, inventa o dramatiza las historias que le cuentas.
- No esperes a que aprenda a leer para que tenga contacto frecuente con libros. Prácticamente desde que nace un niño debe estar “rodeado” de libros. No olvides que ya hay libros para bebés de 0 a 6 meses, y tampoco que puedes ser tú quien se lo lea. Nunca es pronto para leerle a un niño, esperar a que sepa leer para proporcionarle libros sería como pretender esperar a que sepa hablar para hablarle. Mi consejo es que leas con ellos en tu regazo desde que nacen, e incluso desde el embarazo.
- Déjale que escoja los libros que le gustan, no intentes imponerle tus gustos o preferencias. No importa si el libro es demasiado infantil o demasiado complicado, cuando sea un poco mayor es importante que tenga libertad para decidir qué quiere leer en cada momento. A fin de cuentas, lo importante es que lea. Cuando todavía es pequeño y no tiene criterio de decisión, será importante que le escojas los libros apropiados teniendo en cuenta siempre sus gustos e intereses.
- Y si puedes permitírtelo cómpraselos de vez en cuando. Escatimar en juguetes es correcto, pero no en libros.
- Acude con él desde pequeño a librerías y bibliotecas. Si desde bien pequeño asocia recuerdos entrañables a contextos tan propicios como estos será poco probable que odie la lectura.
- Llévale a eventos relacionados con los libros apropiados para su edad, y siempre y cuando a él le apetezca ir. No olvidemos que la única forma de que la lectura encandile es que sea ejercida de forma voluntaria, sin agobios ni exigencias.
- Asegúrate de prevenir problemas de lectoescitura. A muchos niños no les gusta leer porque les resulta complicado, y, por tanto, tedioso. Es por eso, que desde que empiezan a trabajar la lectoescritura en el colegio te fijes si percibes alguna dificultad. Algunos aprendizajes erróneos durante estas etapas pueden desembocar en dislexia si no se corrigen a tiempo.
- Limita el uso de las nuevas tecnologías. La televisión, móviles, tablets y consolas están pensadas para proporcionar recompensas inmediatas y estímulos de tal intensidad que resulta muy difícil que un libro pueda competir con ellos. Cuando un niño se aburre y no puede recurrir a la televisión, su cerebro empieza a indagar sobre nuevas formas de entretenerse. Quizás tener un libro a mano le ayude a despertar su interés por ellos.
- Controla el consumismo. Cuando un niño tiene demasiados juguetes, puede disminuir su interés por leer. El problema es que muchos niños tienen habitaciones repletas de juguetes “esparcidos” por todas partes, pero no habitaciones repletas de libros. En cumpleaños y eventos un libro siempre puede ser un buen regalo.
Evita obligarle a leer (le causarás rechazo), nunca lo utilices como castigo ni insistas para que lea un determinado cuento o para que se termine otro que no le está gustando. Si existe obligación de leer la diversión se evapora, y sin diversión no puede surgir afición por la lectura. Tampoco hace falta que le des sermones sobre la importancia de la lectura, recuerda que como mejor aprende un niño es imitando, por lo que tu ejemplo será su mejor maestro.
Dedicado a mis padres, por habernos sabido inculcar a mi hermana y a mí el amor por la lectura.