¿Y si todos fuésemos faros?

Faros con una luz propia, única, poderosa. Faros con un brillo valioso, capaz de guiar, de inspirar, de alumbrar caminos.
Pero también faros que, a veces, se equivocan de dirección.
Faros que insisten en alumbrar barcos fantasma…
Barcos que se perdieron en la niebla, que van y vienen, pero nunca terminan de atracar.

Como faros, a veces olvidamos algo fundamental:
podemos elegir hacia dónde dirigir nuestra luz.
No está en nuestras manos calmar el mar ni decidir el rumbo de los barcos que cruzan nuestra costa.
Pero sí está en nuestras manos decidir qué queremos iluminar.
Podemos elegir brillar hacia lo que nos hace bien.
Podemos —y debemos— iluminarnos a nosotros mismos primero, alumbrar nuestro propio camino.

No malgastes tu luz en lugares donde no es valorada.
Dirige tu energía hacia lo que te nutre, hacia lo que te inspira a crecer.

Enfoca bien tu faro. Elige con consciencia hacia dónde diriges tu luz: es demasiado valiosa como para malgastarla en el lugar equivocado.

Zara Díaz